Mi padre nació en 1932, y ya desde adolescente le gustaba tocar la guitarra. A los catorce años comenzó a hacer guitarras en la casa de mi abuela, aunque él mismo decía que no eran maravillas. A partir de entonces y durante varios años estuvo yendo al taller de Marcelo Barbero aprendiendo todo lo que podía.
Años después montó su primer taller en Julián del Cerro, 7. Aquellas guitarras llevaban en la etiqueta esa dirección y durante un tiempo el nombre de “Alvaregi”, unión de sus dos apellidos, Álvarez Gil.
A principios de los sesenta inauguró su taller en la calle San Pedro, número 7.
Yo, Juan Miguel Álvarez del Olmo, comencé a trabajar con él en 1977.
Durante tres años estuve fabricando bandurrias para pasar en el 80/81 a hacer guitarras. A partir de entonces en mi etiqueta se leía “Juan Miguel Álvarez”, y la dirección de Tacona, 87, la del domicilio familiar. Algunos años después pasé a utilizar una etiqueta “Juan Álvarez” en la que mi padre, abajo a la izquierda, escribía a bolígrafo “hijo”.
Tras cuatro o cinco años trabajando en San Pedro pasé al taller de Julián del Cerro, que mi padre todavía mantenía. Allí tenía mucho más espacio y podía hacer todo el polvo que fuese necesario sin manchar nada.
Yo por entonces solo subía a San Pedro en ocasiones, para hacer alguna reparación cuando mi padre no tenía tiempo o cualquier otra cosa. Pasaron quince años, hasta 1992, para que mi padre me considerase un guitarrero de verdad. Fue la primera vez que me encargó un par de guitarras en las que iba a firmar él, sin ninguna diferencia en cuanto a construcción, etiqueta o decoración con las que él hacía.
Juan Álvarez I se jubiló en 1997, pero a pesar de ello continuó yendo al taller de Vallecas para seguir construyendo guitarras, aunque a otro ritmo.
Lo que no dejó de hacer hasta el día en que cayó enfermo, era venir media hora antes de que yo cerrara a san Pedro a saludar a los amigos, que ya sabían de su horario y allí se presentaban.
Mi padre murió en Agosto de 2001, y mi tío Lorenzo Álvarez, también luthier, 364 días después. Mi hermano Antonio comenzó a construir guitarras en 1980, del cual mi padre siempre dijo que era el mejor de los tres, pero al poco tiempo lo dejó. Al parecer no le gustaba mucho el oficio.
Así yo soy, por ahora, el único representante de la familia que sigue haciendo guitarras, y así espero seguir mientras las facultades me acompañen.